ni aspavientos,
como tantos hoy
que con su trabajo
o en su doloroso paro
viven en la sencillez el día a día
o soportan callada pero no resignadamente
la insostenible falta de empleo.
También José
pasó su vida trabajando y no gritó de palabra
sino que soñó dignidad
y mucho respeto y paz;
trabajó en su mesa de ebanista
y en su mantel de obrero
hay pan recién horneado
y vino de reserva
para todos los que con sus manos, pies,
mente y alma se entregan
en la noble tarea de construir
este suspiro del vivir.
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