en el corazón, en un diálogo
continuo, permanente
con el que te dio
aliento y pan,
paz y perdón.
La Palabra: sangre,
vida que recorre
los poros de tu camino,
lágrima y silencio,
noche y luz,
unción que te hace hablar
con las manos y los pies,
con los labios como ascuas.
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