para resistir este combate, el de la vida misma, para hacernos fuertes y no doblegarnos. Pedimos esta capacidad a Dios, sabiendo que todo lo que nosotros hagamos redundará en que su auxilio sea manifiesto o quede en agua de borrajas. Acudimos a Dios no para desentendernos de nuestra responsabilidad sino para que esta sea y, nunca mejor dicho, respuesta a su misterio trinitario de amor que nos impele a ser respetuosos y entregados para hacer que nuestra vida sirva para que nosotros y todos los que nos rodean nos tratemos con respecto y dignamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario