Nos llama para que lo acompañemos, para que seamos sus compañeros. Quiere que compartamos con El el pan y el camino y quiere que lo hagamos como una comunidad. Nos acompaña El con su forma acostumbrada, inesperadamente y cuando estamos desanimados. Y lo hace para sentarse a la mesa con nosotros y dejarnos boquiabiertos con fuego en el corazón y pies ligeros para superar estériles pesimismos e irreductibles aislamientos.
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