Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre. Esto no es el sumo del aburrimiento, de la falta de dinamismo, de la inacción. Muy al contrario, es la manera de indicar que El acompaña nuestros procesos, búsquedas, avances y retrocesos. De esta manera no estamos justificando nuestro mal, incoherencia y falta de respuesta adecuada a su llamada sino indicando que su misericordia es entrañable y renovadora para nuestra vida.
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