Vivir como discípulos de Jesucristo es seguir los pasos del Maestro. Este camino es un ir, un salir de nuestros propios intereses para vencer nuestras tendencias idolátricas y adorar al Dios vivo. Nuestro Dios, mediante su Espíritu, nos empuja, nos hace creativos y nos despierta de nuestra somnolencia, invitándonos a una fidelidad inconformista.
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