Es la confianza suprema en Dios, el saber que El dirige nuestros pasos siempre, aunque muchas veces nos extraviemos, y por eso le damos gracias y entendemos todo lo que nos ocurre como un don suyo para nuestra vida. Nos abandonamos en El, en su misericordia infinita. Misericordia abundante y concreta para los que deseamos tener nuestro corazón abierto para El y hacemos posible que nos transfunda el amor vivo que se derrama del Corazón abierto de su Hijo, el Salvador del género humano.
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