Nuestros pensamientos y razonamientos dejan, a veces, mucho que desear sobre la verdadera relación y religación con Dios. Nos fabricamos una carta, un menú propio y nos cuesta entrar por lo establecido. Esta obediencia de la fe se hace justa y necesaria para no desvirtuar el culto y la vivencia de la fe cristiana. Sencillamente nos hace falta la humildad para no salirnos con lo nuestro sino acoger lo que la Iglesia nos pide para corresponder a la fe que profesamos.
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