Al referirnos al Corazón de Cristo no estamos seccionando al Señor de la Vida sino que estamos hablando del ámbito del amor divino y humano que supera toda maldad humana y hace brillar la verdad. Con Él nos oponemos al pecado, origen de toda muerte y desazón humana. En Él se vencen todas las resistencias al llamamiento de Dios a promover la paz y el respeto entre todos los hombres; se le pone límite a la espiral de la violencia y se genera una luminosidad que alumbra a todos los hombres. Alabado y bendito sea el Corazón de Cristo.
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