Hijos de la luz, hijos del día. No de la noche ni de las tinieblas. En el Bautismo somos iluminados, recibimos la luz de la fe. Nos incorporamos a Cristo, luz del mundo. Nuestra dignidad bautismal es la que sustenta nuestro vivir. Un vivir que comienza con la escucha de la Palabra. Sin Palabra no somos cristianos.
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