Se trata de la transfiguración y en nuestro caso la de Jesús el Cristo. El es el ungido, rebosa de Espíritu por dentro y se nota por fuera. Se palpa su divinidad. No es una cuestión de imagen, de estética sino de espiritualidad. Creo que el proyecto espiritual cristiano es algo tan atractivo, atrayente, revitalizador, hidratante que no emprender esta subida en la propia vida es renunciar a experiencias que llevan a la plenitud nuestros sentidos y potencialidades humanas.
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