La alegría del evangelio proviene del mismo evangelio, es un efecto que se genera de la buena noticia. De ahí que el mensajero de esa alegre noticia, afectado por la misma, no puede menos que sentirse dichoso. El que anuncia es el primer receptor del evangelio y ese gozo que le llena a el, hace que comunique el evangelio con verdadera pasión y deseoso que se extienda por doquier.
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