Considerar a María como hija predilecta del Padre, en su relación única con la Trinidad Santa, es situarla en una situación, no ajena a todos nosotros, pero si paradigmática para todos. Ella es miembro eminente de este Pueblo de Dios. Es la primera redimida y al mismo tiempo la vemos como prototipo y modelo de la Iglesia y la humanidad en relación con Dios. Nos aventaja a nosotros pero esto es estímulo en la fe y en el amor.
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