María es sencilla, buscada por Dios con amor apasionado. Ella es consciente de esto y por eso está llena de gracia y humanidad. Profesa la ingenuidad de la que todo lo confía a Dios pero no es tonta ni atontada. Ella no vuela la realidad, la asume y recorre a pie los enrevesados problemas de la humanidad real. Su mirada es una humilde respuesta a una mirada compasiva y misericordiosa.
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