De forma eminente se lo pedimos a María, a la Madre de Jesús de Nazaret, constituido Hijo de Dios en poder según el Espíritu de santidad por la resurrección de entre los muertos.
Le pedimos que pida por nosotros ahora, en este preciso instante. La necesitamos hoy, ahora, a cada instante de nuestro vivir porque somos pecadores, es decir, porque no reproducimos en nosotros al Hijo; no lo reflejamos, nos sale el yo tal cual y lo que pedimos es que este yo no sea un yo yo sino de El.