Nos lo manda el Señor. Y en esa tensión se nos invita a vivir. Caminamos y la plenitud es la que nos va atrayendo hacia adelante y al mismo tiempo nos va despojando de tristezas que ralentizan nuestro paso. Muchas veces nuestro camino pierde sabor, se vuelve soso. ¿Quién lo salará? Solamente el que da sabor a la vida y está en los cielos.
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