Ex abundantia cordis, os loquitur. Nuestro corazón es nuestra verdadera riqueza. Es el santuario donde se dirime nuestra vida, nuestra búsqueda de Dios; la verdad de nuestro culto al Dios vivo y la relación con los demás. Cuidemos el corazón; no permitamos que anide la maldad. Oxigenémoslo con la presencia de Dios. Abrámoslo al que traspasado hizo brotar para nosotros la nueva creación.
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