María constata la actuación de Dios en la historia de los hombres, de la que ella forma parte. No es una simple espectadora impoluta, que ve los toros desde la barrera. Ella se implica en aquello que ha descubierto del misterio de Dios y de lo que la fe de su pueblo ha reconocido sobre la relación con Él. Israel todo lo refiere a Dios. Pero esto no impide su libertad sino que la promueve. Sus equivocaciones y aciertos se ponen en esta luz para no hundirse ni sobrevalorarse. El poderoso, realmente, es Dios. Pero el poder de Dios es misericordia y justicia para el que clama oprimido.
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