De junto al rebaño,
de allí te sacó
El Señor,
el dueño del viento,
quien siembra auroras
donde se apagan los sueños.
El te envío,
te dio la palabra,
ojos de halcón para el mal.
Y tu,
ante tal rugido divino
lanzaste un grito,
proferiste la justicia
que no se vende por pan
ni se disuelve
ante la amenaza palaciega .
ante la amenaza palaciega .
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