El mismo es el verdadero signo de Dios entre nosotros. No nos son necesarios prodigios, obras maravillosas para creer en Él. Nos basta con Él. Su presencia, su palabra nos es suficiente para ponernos en el camino que nos lleva al encuentro con Dios.Queremos ponernos a la escucha de su palabra y llevarla a la práctica. Así estaremos firmes. Atraídos por su belleza iremos a su encuentro para estar cerca suya y aprender de su mansedumbre y humildad.
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