Con ello no estamos despreciando al ser humano ni menospreciándolo. Más bien es un ejercicio que nos sitúa en nuestro verdadero sitio, que es siempre de reconocimiento de la Divina Majestad que fundamenta nuestra libertad. El culto a Dios nos dignifica, nos hace responsables. Nosotros defraudamos, fallamos, somos proclives al mal. El culto a Dios es la expresión humana de la búsqueda de Aquel que nos ha creado y rescatado del mal.
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