Diciendo esto no estamos alejando a María de nuestra existencia, haciéndola inaccesible. Nuestra admiración se traduce en expresiones poéticas. Con ello la hacemos nuestra, la hacemos cultura de nuestra vida. A lo largo de la historia María ha sido cantada, pintada, esculpida. Forma parte de nuestro vivir. Con ella aumenta nuestra alegría, se alivian nuestras penas, se sosiegan nuestras tensiones, mejora nuestra vida espiritual y material.
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