De ella brota la vida, el camino, la verdad, el agua que refresca la fe y la esperanza. Ella es madre amorosa que nos ofrece al Hijo amado, el amor de su mirada y su corazón abierto. Acudimos a María con la confianza de saber que nada es imposible para Dios y que nuestras rutinas y formas de ser y actuar no son definitivas. En su Hijo, todo puede ser nuevo cada día.
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