No te desanimes. Alza tu voz a Dios para que te oiga. Abre los ojos y contempla sus maravillas, las huellas de su presencia. No te pongas triste si no te sientes comprendido, aceptado. Recuerda quien ha dado la vida por ti, quien apuesta por ti, quien está siempre a tu lado y te invita a salir, a buscar, a llamar, a pedir.
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