Ella es una luz de fe para nuestra vida, un resplandor que nos acompaña en las sendas oscuras de nuestras dudas y desánimos. Acudimos a ella como madre porque sabemos que ella estuvo firme junto a la cruz y por eso tenemos en ella firmeza y constancia para nuestro caminar. Ninguno que se haya acogido a ella se ha sentido defraudado.
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