Si el Señor proclama dichosos a los pobres de espíritu no está canonizando la mediocridad y la falta de valentía, el apocamiento. Todo lo contrario, la dicha espiritual consiste en el reconocimiento que todos los dones y acciones con los que podemos contribuir a la extensión del Reino de los cielos, son obra del Espíritu en nosotros porque somos permeables a esa acción.
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