Vivimos en permanente campaña electoral. Mucho de lo que se promete es de cara a la galería. Se intenta alcanzar o mantener el poder. Es el juego de la democracia. Muchos se desencantan porque sus expectativas de vida están mermadas y gobierne quien gobierne solo cuentan para votar.
Defender la vida humana en su principio y final no es una cuestión política sino humana. El derecho a la vida no es una cuestión de progresismo o de conservadurismo. Es una cuestión de dignidad humana. El derecho al trabajo, a una vivienda digna, a la educación, a la atención sanitaria, no son irrealizables. La libertad de conciencia, religiosa, a creer o a no creer, forman parte de un bagaje cultural, que a veces no logramos aceptar, y su falta ha traído y trae consecuencias desastrosas.
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