Apresurémonos espiritualmente para celebrar el nacimiento del Príncipe de la Paz, es decir, de aquel que es principio de sosiego y reconciliación. Quitemos lo que nos estorba, aquello que nos resta fuerzas, despojémonos de lo propio y acojamos al de condición divina que se nos presenta humilde y pobre. Apresúrate, no te retardes, no te retrases- nuestros pecados nos retardan, nos impiden ver la luz, nos ciegan para reconocer al Salvador.
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