Nos es necesario alcanzar este grado en nuestra vivencia de la fe. No serlo es una rémora para avanzar en el servicio a Dios, fuente de libertad. Por que lo que tiene que ver con Dios, que incluye, por supuesto, las relaciones humanas y el uso de las cosas, no es una cuestión menor, banal o primitiva de la condición humana. Ser versado en cosas espirituales no significa estar en la luna, ser un estúpido o falto de conocimiento y de ciencia . Es andar en la búsqueda de Dios y entender de aquello que nos sobrepasa y humaniza. Es la inteligencia del sentido del vivir, de la sabiduría y conocimiento de las llamadas y seducciones de Dios para situarse en obediencia y reverencia ante El. Ser versado en cosas espirituales es rigor y sinceridad con uno mismo, madurez en lo divino y humano, camino que se inicia con apartarse del mal y tender al bien.
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