Las palabras no son sonidos vacíos, marejadas sin sentido que dan lo mismo. Es cierto que con ellas podemos fingir lo que no sentimos ni es verdad; podemos hacer virguerías con ellas. Eso no las desprestigia ni las hace inútiles. Los humanos las necesitamos, no podemos prescindir de ellas. Los mudos también hablan. Las palabras son instrumentos de salud, de sanación. Las palabras nos sirven de consolación cuando con ellas hablamos al corazón de los demás, les empujamos a salir adelante, les animamos y se consigue que los resortes interiores del que nos escucha se activen. La vida toma nuevo impulso y se crea una realidad nueva.
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