Vino Juan que no comía ni bebía y dicen tiene un demonio. Vino el Hijo del Hombre que comía y bebía y comentan que es un comilón y un borracho, amigo del desecho de la humanidad. ¿A qué carta jugamos? ¿A un rigor que parece que niega el vivir o a una normalidad que deja lo divino como rebajado y hundido? ¿Dónde estará para nosotros la medida de aquello que nos hace sublimes sin ser raros? Si nos mezclamos con el mundo nos ven mundanos y poco dignos. Si somos estrictos y rehuimos lo que es natural nos situamos en influencias perniciosas y desaconsejables. Al final solo queda entrar por el camino de la verdad y de la limpidez. Ser de tal forma que sepamos ser austeros sin asustar a nadie y compartir la buena vida haciendo de ella vida buena.
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