escondido en el sagrario,
sin aspavientos,
en el día a día con su ritmo lento.
Un desierto florecido
que huele a pan cocido,
aroma de silencio
y amor presente
y vivo.
Eres y estás. Susurras
el nombre de cada uno,
conoces nuestra desidencia
y no te distancias ni te alejas.
Alegras al que te visita.
Y con tu humilde presencia
levantas al caído que te adora
sin reservas.