El discernimiento de espíritus es un arte espiritual, una destreza que es conveniente aprender de aquellos cristianos que han sabido interpretar lo que pasaba en su interior y además han sabido comunicarlo. Supone un reconocer si lo que a uno le viene procede de Dios o del Diablo. Evidentemente que no hay comparación con Dios. El es incomparable. Pero ocurre reconocer que también el espíritu malo actúa y puede engañarnos.
El mismo Jesús ha sido considerado como un enviado del mal, representante de aquel que usa malas artes para enredarnos en el mal. Por este asunto, no menor, en el evangelio se nos habla del pecado contra el Espíritu Santo y de su no perdón. Esta blasfemia supone mantener que Jesús tenía dentro un espíritu inmundo. Es decir, la confusión de lo divino con lo maligno. Mantener esta aberración lleva consigo la falta de perdón porque ya no hay posibilidad de perdón. La misericordia queda anulada, por eso se hace imposible el perdón.
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