Ay cómo eres Señor,
llamas a los perdidos y pierdes tu la fama.
Sales de nuevo al lago
y extiendes tu mirada,
no a su inconmensurable belleza;
sí a las profundidades del alma
de aquel que sentado sobre dinero
le falta el tesoro de tu gracia.
Con apestados comes y bebes,
fiesta por todo lo alto.
Que bautismo más extraño,
el que está limpio por el Espíritu y el agua
toma pan y toma vino
con los que nadie quiere nada.
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