En la parábola del grano de mostaza se constata el desarrollo de lo diminuto a un final grandioso. Es siempre un proceso lento que no se acelera porque uno lo quiera o desee. Tiene su tiempo natural. Asi también el Reino de Dios tiene una virtualidad en sí. Tiene sus propias leyes espirituales y nuestras sensaciones de fracaso, o de presunto éxito no se pueden entender como si lo de Dios pudiera estar corrompiéndose o se estuviera saliendo. Lo que si sabemos es que el Reino de Dios es una realidad viva y nosotros estamos llamados, por lo menos, a no obstaculizar su dinamismo.
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